TOM
TERíAS
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La discordia de los sentidos, del cuerpo y de la mente.
Todos son uno y uno son todos.
Observamos lo que queremos observar,
pero no sentimos lo que queremos sentir.

Divina bendición nos salvaste
de la condena más grande,
la antipatía de la indiferencia.

A falta de palabras enfurecidas,
desgarradores desamores,
patéticos sollozos
y plácidos delirios,

la maquinaria mental,
deseosa de la sensorialidad
y curiosa de lo intangible,
convierte a los fantasmas en personas
y a las fantasías en caricias.
Escucho el son de la mente,
descifrando el silencio estático.
Reniego de lo hermoso, de lo abstracto
y sobre todo de lo inteligente.

La boca del científico balbucea verdades agrias,
con insípidos dogmas arrastra al triste mendigo
a través de la llanura de la razón.

Frío crepitante escala sobre mis manos calientes,
y el corazón expulsa con patética vehemencia
los versos que desdeñan la cautela del humano.

¡Oh asquerosa realidad! Escoria de los sueños fatales de lo moderno.
¡Oh asquerosa realidad! Fútiles intentos de atar las pautas a la garganta.
¡Oh asquerosa realidad! Tautologías que rigen el andar.

Con el pulso tembloroso de lo absurdo,
extirpo la prudencia de mi cabeza
en búsqueda de la tranquilidad en la ceguera.

Ahora, lo único que permanece delante
es la añoranza por la cristalina lejanía de lo bello.
Inetno
El paseo matutino